Fachada principal del Cortijo Jurado en los años 60. Archivo fotográfico de la Asociación Cultural Torre del Prado. |
MÁLAGA El Cortijo Jurado va camino de convertirse en una insigne ruina, una más de las que ha tenido Málaga y que ponen en peligro su patrimonio histórico. La situación de abandono que padece desde hace unos tres años, cuando se paralizaron las obras de rehabilitación y construcción de un hotel por embargo judicial, han dejado gran parte de la estructura del edificio histórico al aire.
El mal estado de las cubiertas está provocando su acelerada destrucción y gran parte ha desaparecido ya. La principal consecuencia es que la humedad está empezando a afectar a los muros del edificio, poniendo en peligro la viabilidad de un edificio que es una referencia visual e histórica para Campanillas.
La situación del inmueble no dejar de ser paradójica, ya que ni el Ayuntamiento ni la promotora del proyecto –Grupo Mirador– pueden actuar en el inmueble. Éste se encuentra embargado por decisión judicial para hacer frente a unos pagos millonarios a los acreedores de la empresa Pantie, perteneciente a Mirador. De hecho, ha salido dos veces a subasta judicial, que fueron finalmente suspendidas por defectos en la convocatoria.
Pero la polémica no surge con la paralización de las obras y su abandono, con parte del armazón de hormigón del previsto hotel levantado a los pies del alto donde se ubica el caserón histórico. Ya la firma del convenio urbanístico entre el Grupo Mirador y el Ayuntamiento fue motivo de críticas de la oposición, por recalificar los suelos del entorno para darle uso hotelero y descartar el equipamiento público.
El concejal de izquierdas Antonio Serrano mostró su preocupación por la deriva del inmueble, por lo que adelantó que solicitará al Ayuntamiento que se replantee el futuro de este solar y del inmueble, para lo que reclamará que «caduque la licencia de obra que tiene concedida –y renovada en 2008– y se rescinda el convenio con el Grupo Mirador».
«El edificio es recuperable todavía, como lo era el Caserón de las Virreinas antes de que lo demoliera el Ayuntamiento, o la Casa de Cánovas», apuntó Serrano, quien insistió: «El Cortijo jurado es propiedad privada, pero el Ayuntamiento puede rescindir el contrato» mientras se aclara la situación judicial del edificio.
Urbanismo afirmó que «concedió una prórroga a la licencia y por el plazo máximo que establece la ley», actuando «en consonancia con lo que dicta la LOUA y los derechos que otorga esta ley a los solicitantes de las licencias». Además, insistió en que el Ayuntamiento «debe esperar a que se resuelva el proceso judicial».
Del esplendor del siglo XIX al abandono en el siglo XXI
Más allá de las leyendas de fantasmas alentadas por televisiones que buscan espectáculo, el Cortijo Jurado es uno de los palacetes que poblaron el entorno de Campanillas en el siglo XIX como símbolo de la pujante burguesía malagueña. Pasada su época de esplendor, este gran edificio se ha convertido además en todo un símbolo de Campanillas, de la que es toda una referencia visual situada a la entrada de este núcleo.
Su origen hay que buscarlo en uno de esos apellidos malagueños de claro origen extranjero, como son los Grund, que construyeron el edificio en la segunda mitad del siglo XIX en una colina para protegerse de las frecuentes crecidas del río Campanillas.
Como ocurre con muchas de los cortijos construidos en esa época, su arquitectura tiene una fuerte influencia británica. De hecho, es en el Cortijo Jurado donde más se encuentra, como señala la historiadora Josefina Molino, que ha realizado un interesante trabajo de recuperación de la historia de este edificio.
Molino subrayó que, junto al Cortijo de Colmenares, es «el más llamativo de la zona» por la calidad de su arquitectura. Como dato curioso, esta historiadora destaca un dicho popular de la zona sobre este cortijo, que dice que tiene tantas ventanas y huecos, incluidas alacenas, como días del año.
Este edificio tenía una doble función. Por una parte era una finca de uso recreativo para las familias burguesas de la época, como ocurrió con La Concepción o con la finca de San José. Eran usadas en verano, ya que en el siglo XIX era mucho más frondoso el entorno de Campanillas. Además, les servía como refugio a las epidemias que aparecían en la ciudad cada cierto tiempo. Sin embargo, también se cultivaba en las tierras cercanas, la mayor parte de viñedos para pasas.
El edificio pasó de manos en los años 20 a Miguel Serra, que fue alcalde pedáneo, y luego pasó a la familia Quesada. En los años 60 se mantenía en buen estado, con unos caseros a cargo del edificio. Sin embargo, en los 80 empezó a decaer su estado. Su abandono y las leyendas de fantasmas, que lo hicieron muy conocido y visitado en exceso en la última década, precipitaron su saqueo y creciente estado de abandono.
Un largo y polémico proceso hasta la paralización total
El Ayuntamiento de Málaga y el Grupo Mirador, propietario del edificio y suelos colindantes, firmaron un convenio el 27 de septiembre de 2002 por el que se preveía la construcción de un complejo hotelero a los pies del Cortijo Jurado, con la rehabilitación del edificio histórico y el aprovechamiento de la parcela, con más de 45.000 metros cuadrados, a los que se les concedió un techo hotelero de 19.000 metros cuadrados. Además, Mirador se comprometió a facilitar parte del cortijo para uso cultural y social de los vecinos. El 31 de enero de 2003 se aprobó definitivamente el plan especial que recalificaba este suelo no urbanizable en hotelero, mientras que el 21 de diciembre de 2004 la Urbanismo expidió la licencia de obra mayor. Aunque la inauguración del hotel estaba prevista para 2006, sufrió numerosos retrasos y se paralizó por mandato judicial.
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